A veces la vida se nos vuelve un complejo y absurdo camino el cual recorrer. Vamos perdiendo a seres que amamos. Se terminan relaciones, trabajos, rutinas, hábitos… y esto nos va dejando una sensación de tristeza, vacío, de dolor…
Vinimos a este mundo a hacer una experiencia y dentro de ella existe una gran gama de caminos y situaciones: Valles y colinas, sierra y costa, día y noche; frío y calor, juventud y vejez; salud y enfermedad; tristezas y alegrías; vida y muerte… la dualidad pura en la que estamos inmersos, cada instante de nuestra existencia.
Con todo esto llegamos a preguntarnos qué sentido tiene entonces la vida, si nada de lo que nos gusta, nada de lo que queremos, dura para siempre.
Siddhartha Gautama, el Buda pasó exactamente por este mismo cuestionamiento y fue así como llegó a su propio descubrimiento y camino, el cual le permitió no vivir más en el sufrimiento, y sí en la dicha.
Te invito a leer las siguientes líneas donde cuento sobre mi proceso de encontrar el sentido, en el cuál trabajo día a día.
Con 27 años llevaba una vida “normal” de adulta joven: fiestas, trabajo, amigos, familia…más fiesta.
Todo estaba “bien” pero cada vez se hacía mas frecuente la sensación de vacío luego de las fiestas, del excesivo trabajo, relaciones superficiales…; definitivamente algo no andaba “bien”.
Así es que inicié la búsqueda de ese algo que le faltaba a mi vida, y lo primero que me nació fue buscar en mi religión y, dentro de ella, algunas otras opciones como: grupos de oración, o dedicados al servicio comunitario, etc., pero nada de esto resonó conmigo o, mejor con la necesidad que tenía en ese momento.
Luego, opté por ser yo la que guiaba reuniones donde leíamos e interpretábamos la Biblia, ¡Dios mío! ¿Que habré entendido en ese tiempo? La intención estaba ahí presente.
Fue por ese entonces que escuché la palabra Yoga, en boca de mi jefa de ese entonces, (gran amiga desde ese momento); esa palabra Sí y Sí hizo todo el Sentido, no tenía la menor idea de lo que se trataba, pero supe en ese instante que era el camino a seguir.
Y llegó el día de la clase. Llegué a este hermoso sitio frente al río. Había mucha gente igual que yo, buscando la calma mental y la paz espiritual. Fui con dos amigas - hermanas de la vida, y entonces, recibimos nuestra primera clase.
Iniciamos con un momento de silencio e interiorización. Nos iban guiando hacia el adentro de cada uno, a sentirnos, a observarnos, a respirar de manera consciente. Seguimos con los ejercicios psicofísicos, el Pre-Yoga, los cuales aún realizo y enseño de tanto en tanto. Son sumamente beneficiosos y aunque muchas veces los han mirado como un trabajo del cuerpo algo suave, por lo contrario, se requiere de esfuerzo, dedicación y coordinación.
Ese día me enamoré de esta práctica y ya llevamos una larga relación de 22 años.
…Continuará
Yoga, fuente de paz y sabiduria.
Así es una maravilla contar con estas herramientas.
Un muy lindo despertar.
Hoy vivimos inmersos en la velocidad, llenos de emociones instantáneas, de veloz impacto, que producen una satisfacción que se va tan rápido como llega. Todo lo cotidiano transcurre a un ritmo acelerado, y me pregunto, Estamos preparados para esa incertidumbre que nos produce lo momentáneo? el mundo contemporáneo es en sí una incertidumbre, y se evidencia en la música, el arte, la publicidad, el marketing. Creo que no estamos preparados; la ansiedad y la depresión en aumento es una muestra de ello. La práctica de Yoga al contrario, es una introspección, una pausa, un camino a la reflexión, que te lleva a encontrar la certeza, la calma, la paz, eso que perdura y no es pasajero.